Abstract
Desde la apertura de las grandes rutas marítimas hacia Oriente la laca extremo oriental urushi ocupó un lugar de prestigio entre las muestras exóticas orientales, que principalmente llegaban a la Península por el puerto lisboeta. El coleccionismo de los miembros de la Casa de Austria en los siglos XVI y XVII mostró gran interés en ella. Los objetos lacados del periodo namban de sus colecciones participaron en la formación de las «cámaras de maravillas», e incluso de los «relicarios» de los conventos de fundación real. Durante el siglo XVIII, el coleccionismo de la laca se unió a la moda chinesca, y la bahía de Cádiz se convirtió en el lugar de tráfico y comercio de estos objetos. En la Edad Contemporánea, motivado por la política aperturista del nuevo gobierno japonés (1868-), las exposiciones universales, como la de Barcelona (1888) en el caso español, se convirtieron en vehículo de transmisión del arte japonés provocando, de nuevo, la fiebre coleccionista de las obras de urushi.
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