Abstract
Los desafíos en las lecturas de fuentes documentales aparecen de modo frecuente en los cruces entre antropología e historia. Tanto desde la antropología histórica como desde la etnohistoria —campos de interacción difusos y a veces superpuestos, en ambos casos la búsqueda de información cualitativa sobre grupos sociales del pasado proviene del estudio de fuentes documentales— han surgido metáforas útiles que se convirtieron en verdaderas metodologías: lectura a contrapelo, against the grain, along the grain, entre líneas, etc. Menos se ha discutido sobre la composición del corpus y la periodización que las investigadoras hacemos o replicamos al abordar nuestros trabajos. Siguiendo a Walter Mignolo (1995) y otros, me interesa discutir la articulación de un corpus históricamente diverso a partir de la noción de “semiosis colonial”. De acuerdo con esta idea, los distintos tipos de fuentes se vinculan por el referente que comparten, la situación colonial, sean o no producidas durante el período colonial. A partir del caso de una serie de documentos escogidos para la primera mitad del siglo XX en Argentina, sugiero que el estudio de las continuidades y rupturas se beneficia de un corpus que no suele ser considerado por los estudios coloniales. Para el caso de los imaginarios sobre los grupos indígenas del Chaco, señalo algunos beneficios y desafíos en tomar dos tipos de fuentes distintas en su intención, producción y circulación (informes ministeriales e historiografía oficial) para dar cuenta de su relación con un período anterior. Considero que tal ejercicio, lejos de restar especificidad a nuestra tarea, contribuye con una comprensión más compleja del período colonial y con la posibilidad de una mejor comunicación des-disciplinaria.