Abstract
Educar es, según el diccionario, “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc.”. Procede del vocablo latino educare, textualmente “e” (por “ex»”), es decir, fuera, y “ducare”, conducir. Educar es, por consiguiente, “conducir desde fuera”. Sin embargo, una de las aspiraciones máximas de la educación debe ser contribuir a que los niños, los adolescentes y los jóvenes desarrollen capacidades que les permitan conducirse a sí mismos, para que sean no sólo los protagonistas, sino también los directores de su propia vida. La capacidad cognitiva que se relaciona con esta capacidad de dirigir la propia vida forma parte de las denominadas funciones ejecutivas, una de cuyas vertientes más importantes es la gestión emocional, que es imprescindible para la toma de decisiones reflexivas. La educación emocional se convierte, por este motivo, en un aspecto clave de la educación de las personas. Esta afirmación, sustentada hace ya algunas décadas desde la pedagogía y la psicología, ha encontrado también un soporte equivalente con los avances de otro campo del conocimiento, la neurociencia. En este artículo se aborda el tema de la generación y la gestión de las emociones en un contexto neurocientífico, a partir de las áreas cerebrales implicadas, y se relaciona con un concepto crucial para fomentar el bienestar y la dignidad individuales y colectivas, el éxito vital, que es la sensación subjetiva de sentirse razonablemente bien con uno mismo y con su entorno, de forma proactiva y transformadora.
Publisher
Universidad Iberoamericana, A. C.
Cited by
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