Abstract
El artículo narra mi devenir, de arquitecto-urbanista diseñador y planificador de espacios públicos con enfoque de infancia en los barrios populares de Lima (Perú), a cuidador, como papá de una niña de 2-3 años en Pinto-Madrid (España). Nos aproxima a la percepción y vivencia del espacio público desde la perspectiva de mi hija, para comprender si Pinto es, tal como se anuncia oficialmente, una ciudad ideal para los niños, analizar el impacto del parque infantil ubicado frente a nuestra casa en nuestra vida cotidiana y la de nuestra comunidad. Durante un año de trabajo etnográfico, mi hija y yo compartimos el día a día con otros niños y adultos en el parque, jugando, conversando, mirando y escuchando –observación participante–. Al mismo tiempo, registré el parque desde mi ventana –observación no participante–, entrevisté a usuarios diversos, revisé documentos del ayuntamiento y literatura especializada. A partir de ello, se discute la distinción entre “lugares para los niños” creados por adultos y “lugares de los niños” apropiados por ellos y las diferencias entre calle y espacio público. Se argumenta que la retórica del Ayuntamiento oculta un discurso adultocentrista que establece para los niños y niñas tiempos y espacios acotados y exclusivos: meterlos en los parques infantiles equivaldría a sacarlos de la calle, y salir a la calle solo para entrar a un parque infantil convierte a la calle, el espacio más rico e importante para su socialización y aprendizaje, en un lugar de paso transitable pero deshabitado, y en consecuencia, inseguro. A más parques infantiles, menos participación en la producción de la ciudad: las niñas y los niños como meros usuarios-consumidores. Frente a ello se propone recuperar el valor positivo de la utopía produciendo una ciudad lúdica: la “ciudad de los niños” como una “utopía concreta” en la que puedan salir a la calle sin otro destino que la calle misma.
Publisher
Universidad de Alicante Servicio de Publicaciones