Abstract
Este artículo razona cómo las esculturas yacentes ad similitudinem de las tumbas episcopales de los siglos XIII y XIV, además de excitar el recuerdo del difunto, visualizaban la condición perceptible que ofrecerían los prelados tras ser elegidos en el Juicio, alcanzar el Cielo y gozar de la visión beatífica. La polémica especulación de que el alma pudiera ver a Dios antes de la reintegración con su cuerpo no fue ajena a la sede de Tarragona en 1330-1350. Las sepulturas monumentales de los arzobispos Juan de Aragón y Arnau Sescomes, implicados en esa deliberación teológica, remiten al pasado tanto como al futuro, multidireccional y simultáneamente.
Funder
Ministerio de Ciencia e Innovación
Agència de Gestió d'Ajuts Universitaris i de Recerca