Abstract
La oveja (Ovis aries) es el primer animal domesticado para consumo en un hito histórico que marca el inicio de la sedentarización de las comunidades humanas al comienzo del Neolítico. Durante milenios, fueron semejantes al muflón asiático (Ovis orientalis), su ancestro salvaje. Las razas primitivas supervivientes en el norte de Europa son oscuras, mudan el pelo estacionalmente, tienen cuernos en ambos sexos y apenas producen lana. Los ancestros de las modernas surgieron hace unos 3.500 años. Se seleccionaron para producir lana blanca, que crece indefinidamente y se colecta anualmente. Este proceso coincide con la invención de las tijeras de esquilar y con el descubrimiento de tintes como la púrpura. Solo la lana blanca puede teñirse de cualquier color, permitiendo trasladar al tejido las mismas señales que quizá antes nos pintábamos con ocre sobre el cuerpo. La oveja, un herbívoro social muy manejable, sumaba al suministro de alimento el de una fibra abrigada y modificable en su color distintiva de quienes la visten. Un lienzo en blanco donde trasponer las expresiones estéticas antes restringidas al cuerpo, al arte rupestre y al mobiliar. De ahí que diversas mitologías contemplen una relación simbólica especial con ellas. La revolución estética propiciada por las ovejas blancas zozobra en el siglo XX con la aparición de nuevas fibras y el abaratamiento de otras. Hoy, los arquetípicos y blancos rebaños característicos de la iconografía occidental tienden a una coloración mixta al devaluarse la lana. Otras especies domésticas con fibras que solo recientemente se han apreciado comercialmente, como las cabras de angora (Capra hircus) o las llamas (Lama glama), siguen un proceso idéntico al emprendido con las ovejas hace milenios para tornarse blancas. Presentamos las implicaciones estéticas que han estimulado la selección artificial de ovejas con lanas blancas desde un punto de vista transdisciplinar. Siguiendo la corriente bioevolutiva, que entiende nuestra conducta estética y sus manifestaciones como parte de nuestra etología, veremos cómo ese largo proceso estuvo incentivado por nuestro deseo de teñir los tejidos para expresar un fenotipo extendido creando una nueva señal social. Esa nueva señalización, operante en el plano de la selección sexual, se va complicando al desarrollarse nuestras capacidades simbólicas y tecnológicas, siendo sintomática del entorno causal en el que se produce.
Subject
Sociology and Political Science,General Arts and Humanities,Cultural Studies