Abstract
Los coronavirus (CoV) en sentido amplio son un grupo de virus de ARN de cadena simple con envoltura. Estos pertenecen a la subfamilia Orthocoronavirinae, familia Coronaviridae, en el orden Nidovirales. Se clasifican en cuatro géneros: alfa, beta, gamma y Deltacoronavirus. Los dos primeros pueden infectar al ser humano (1,2). Los CoV son agentes patógenos que pueden ser transmitidos a los animales y al hombre; tienen una distribución mundial (3-5).
La infección por CoV en animales particularmente en bovinos, cerdos, perros, entre otros, es conocida desde hace muchas décadas; estos al infectarse pueden presentar diarrea; de modo especial las aves desarrollan compromiso respiratorio semejante a una bronquitis. Los coronavirus, singularmente los de tipo beta, son zoonóticos es por ello que una completa vigilancia epidemiológica debería incluir también a los animales ya que son hospedadores susceptibles (6). Lo último hace parte de las iniciativas de “One Health”, que promueve y fomenta el estudio integrado de la salud humana, animal y ambiental (7).
En estas patologías virales el papel de la cadena de transmisión animal-humano es de importancia, pero, como se ha observado con varios virus del género Betacoronavirus, también se da una transferencia entre humanos (1,8).
En los humanos los CoV pueden originar diferentes enfermedades, desde resfriados frecuentes, hasta otras más graves como el síndrome respiratorio agudo grave (causado por el SRAG-CoV) y el síndrome respiratorio del oriente medio (causado por el MERS-CoV) (Figura 1). El SARS fue identificado por primera vez a finales del 2002 en Guangzhou (Guangdong, China), cuando provocó 8.422 casos y 916 muertes en 29 países de los cincos continentes, por consiguiente, se denominó la primera pandemia del siglo xxi (2,9,10).
Se destacan los que afectan a los humanos, en particular, los tres que pueden producir una patología severa y se incluye su origen geográfico en Asia. Fuente: creación propia
En investigaciones posteriores se demostró evidencias que el SARS-CoV se originó a partir de la transmisión del gato civeta del Himalaya (Civettictis civetta). Sin embargo, pueden existir otras especies de animales, principalmente murciélagos y mapaches, (Paguna larvata) que albergan el virus (8,11).
Por otra parte, el MERS-CoV originado en Arabia Saudita en el año 2012, rápidamente se extendió a varios países, notificándose en el continente asiático, africano, europeo y americano. Posterior a la identificación del virus, se confirmaron los vínculos epidemiológicos entre los casos de los humanos y los camellos (Figura 2), que dieron como resultado el aislamiento del virus (12-14).
Previo a estos CoV, se han identificado otros cuatro más que generalmente, causan enfermedad respiratoria leve o moderada, como son HCoV-NL63, HCoV-229E, HCoV-OC43 y HCoV-HKU1 (Figura 1) (5,9,15-17). En pacientes inmunosuprimidos como aquellos con infección por VIH/SIDA, pueden evolucionar, incluso, hasta la muerte, como se ha reportado recientemente en Sucre: un caso de coinfección con virus sincitial respiratorio humano (VSR) (18).
Un nuevo coronavirus, designado como 2019-nCOV, surgió en Wuhan, China, a finales del año 2019, causando manifestaciones respiratorias, digestivas y sistemáticas que afectan la salud humana. El susodicho virus pertenece a la familia Betacoronavirus, puede infectar neumocitos tipos 2 y células epiteliales bronquiales ciliadas. Adicionalmente, hasta el momento los datos plantean que los murciélagos son la causa inicial del brote actual de CoV (2019nCoV), que se originó en un “mercado húmedo o de alimentos marinos” (19-21). Este nuevo coronavirus, al 21 de febrero del 2020, ha causado ya casi 77.000 casos de infección y más de 2.200 muertes (< 3 %).
Estudios realizados han demostrado que son virus de ARN monocatenarios fáciles de mutar, lo cual aumenta la diversidad de especies y le da la capacidad de adaptarse rápidamente a nuevos hospedantes. Estos animales podrían amplificar el virus y propagarlo a través de las secreciones y heces. Los casos de SARS-CoV y 2019-nCOV son ocasionados por el contacto con animales obtenidos en un mercado.
La Organización Mundial de la Salud declaró al problema como una emergencia sanitaria de preocupación internacional y, además, le denominó “Enfermedad por Coronavirus 2019” (COVID-19). Posteriormente, el Grupo de Estudio de Coronavirus le asignó al virus el nombre de SARS-CoV2 (2,22,23).
El enfoque de intervención de COVID-19 debe hacerse bajo la óptica de One Heatlh (7), esto si se tiene en cuenta que un animal tan importante como el murciélago (24), tenga pocos estudios de prevalencia para identificar la presencia del SARS-CoV2. Si se fortalece la vigilancia de estos animales podemos intervenir de manera importante, su ocurrencia en la población de humanos susceptibles, esto se puede lograr al entender que este COVID-19 es una enfermedad zoonótica.
Hay que fortalecer los sistemas de salud pública de los países integrando la comprensión de las relaciones entre el animal-hospedador, humano-susceptible y medio ambiente, un manejo único interdisciplinario, buena comunicación y coordinación, con unas políticas de salud pública robustas (25).
Por último, se ha realizado un gran esfuerzo para identificar los coronavirus en las poblaciones animales, con el fin de entender y controlar el riesgo de transmisión zoonótica. Lo que ha dado lugar al descubrimiento de numerosas especies en diferentes animales. El SARS-CoV2 es una zoonosis viral que, al 16 de febrero del 2020, no se ha confirmado en Colombia ni América Latina, sin embargo, múltiples casos sospechosos se han investigado y todos han sido descartados. Por esto, los profesionales de la salud, especialmente, los de la medicina humana y veterinaria, deben estar atentos ante esta nueva zoonosis viral que se originó en animales, pero que se transmite también entre seres humanos, principalmente por vía respiratoria (2).