Abstract
Algunos intérpretes sostienen que la fenomenología de la inmanencia de Michel Henry amenaza el carácter singular del sujeto y la evidencia fenomenológica del mundo. En este artículo se argumentará que esas críticas deben ser matizadas. Para ello se abordará el análisis henriano de los sentimientos y se demostrará que el objetivo de Henry no es reducir la fenomenalidad a un núcleo premundano, sino describir las condiciones trascendentales por las cuales somos seres afectivos en un mundo necesariamente tonalizado.